Rumbo a Galipán - Pueblo de Neblinas
Como cualquier mañana de un sábado y como muchos caraqueños, decidimos mi equipo y yo subir al cerro pero sin un destino. De pronto surgió la idea de caminar hasta donde el cuerpo y la luz alcanzaran y así llegamos hasta el pueblito de Galipán. Paseo inesperado pero muy rico que aqui comparto con ustedes.
Así, la cosa comenzó por San Bernardino, por sus calles ibamos echando cuentos, viendo casas hermosas de los años 50 y gozándonos la mañana. Cuando llegas a la entrada del parque, por así decirlo, los que visitan por primera vez no dejan de tomarse la respectiva foto junto al mapa que tiene años pintado en la pared, base de la cota mil. Este mapa debería conocerlo cada caraqueño pues, mejor que cualquier plano, te muestra las rutas que puedes seguir desde y hasta diversos puntos de nuestro querido Waraira Repano, cada una de ellas con su encanto particular y muy lejos de lo que algunos piensan, ninguna igual a otra. Asi El Avila es un gran fuerte de verdor que en cada exploración nos muestra paisajes y notas diferentes o al menos así lo he sentido yo.
Luego de ese mapa, de allí pa´ rriba lo que necesitas son ganas, buen ánimo, pierna y pulmón, y por supuesto una provisión de agua que podrás recargar en la próxima toma y un camburcito puede ser para mantener el potasio a tono. Pasas el modesto puesto de la Guardia Nacional y luego de la primera intersección tomando tu ruta de la izquierda llegas al puesto de guardaparques Loma del Viento. Allí puedes reponer el agua que te tomaste y descansar viendo el paisaje con una brisita fresca que te seca el sudor de la primera etapa de una bella caminata.
Animo que pa´rriba vamos y con palito en mano o un buen bastón de senderismo te vas ayudando a hacer el camino. Vas subiendo y el ver los foniculares del teleférico pasar sobre ti te sirve de alimento para continuar, te sientes como si has logrado algo grande mientras que la mayoría prefiere "conocer" el parque de una forma más cómoda pero también más superficial. La siguiente parada obligada es la de la Cruz de El Avila, esa querida Cruz que año tras año ha venido tradicionalmente iluminando las navidades caraqueñas. Aunque desde este punto del cerro solo es una gran estructura de hierro a la cual no le hallas forma, sabes que has llegado a ese punto de gran significación para muchos por lo que representa en esa epoca del año. Este es un buen momento para sentarte un rato y descansar unos minutos antes de continuar.
Al poco tiempo de haber seguido el ascenso vas a encontrar otro punto que es la intersección en la que decides qué rumbo tomar. Allí está una casita humilde y sencilla que vende heladitos caseros de fruta en los que la gente prefiere la mora, pero mi helado predilecto es el de coco porque se le siente la ralladura de lo hecho de forma artesanal, sin ostentaciones. Aquí la gente, aún sin conocerse conversa sobre qué camino tomará, mientras disfruta del verdor y se come su heladito. En ocasión de nuestro paseo decidimos esta vez subir por la ruta del lado izquierdo que indica el camino hacia Quebrada Gamboa, Zamurera, Los Venados.
Yo en particular disfruto inmensamente de los sonidos de la naturaleza, pero la verdad es que una musiquita viene de lo mejor como para no perder el ritmo y mantenerte hiper para lo que viene. Así ponemos las corneticas con el ipod y nos comemos unas conservitas de plátano hasta encontrarnos el siguiente lugar, el cual diría, justifica ampliamente todo lo sudado hasta ahora: Quebrada Gamboa.
Qué sitio tan bonito! En medio de esa maravillosa selva y con el cansancio a cuestas el parque te regala una cascada que se escapa bajo un puente y se cuela entre la flora hacia el valle de Caracas. El sonido y el ambiente te invita a meterte de "valiente" en esa agua helada. Yo no sé si son cosas mías pero cuando te bañas allí sientes que sales nuevo, rejuvenecido y agradecido porque es un spa que te regala Dios y que no te cuesta nada, solo conciencia para conservarlo. Allí gritas de "tuyido" y nadie se queja de tu ruido, hasta los pájaros te comprenden. Llenas tu camel, tu cantimplora o tu potecito de Minalba y sigues porque si no te aflojas y pierdes.
Al seguir el camino lo que debes hacer para evitar la monotonía es vacilarte la nota y esperar otro punto en el que vuelve a pasar el teleférico sobre ti y en el que la gente que va allí se alegra al verte como diciendo "mira a esos locos que van subiendo por ahi". En nuestro caso, uno de nosotros se estancó allí a saludar a cuanta gente subía por lo menos media hora, allí lo dejamos, total, ¡cada quien se lo goza a su manera!.
Me encanta un lugar en el que te das cuenta que estás muy alto en el cerro porque los árboles te lo dicen. Arboles inmensos, llenitos de musgo, de ese verdecito y húmedo que los caraqueños vemos solo cuando lo compramos para el nacimiento en navidad. Ese olor es super agradable, la neblina se mezcla con el paisaje y el cuerpo se reconforta por el contraste con el calor que trae. Todo te da señal de que falta poco para observar el cielo abierto.
Al poco tiempo y terminando un sendero bonito se asoman las antenas que te dan la bienvenida a la Fila de El Avila, punto intermedio entre el Pico Avila y el pueblo de San José de Galipán. Allí es cuando dices "Pana, lo logré". Cámara en mano tomas fotos de Caracas que se ve chiquitica y opacada de tanto humo. Allí encuentras a la gente que subió al Humboldt por el teleférico vestida con sweteres y bufandas, personas que te ven con asombro porque andas en shores, franela y lleno de adrenalina. Se siente rico, la verdad que sí.
De allí decidimos ir hacia Galipán, San José de Galipán. En el camino vas acompañado de gente que quiso bajar a pie desde el Humboldt y te vas cuidando de las camionetas de pasajeros que transportan turistas por la zona. Más abajo puedes ver de frente una linda gruta en honor a la Virgen La Milagrosa, rodeada de flores. En ese punto decides a dónde ir: Galipán, Caracas o La Guaira.
¡Galipán ha crecido! fué lo que pensé al ver kioskos al estilo de El Junquito a los lados del camino con ventas de productos artesanales, alquiler de caballos para paseos, puesticos rústicos con ventas de comida y un gentío comprando fresas con crema, flores y guantecitos. Hace unos cinco años Galipán era un pueblito con menos seguidores que ahora, pero algo que yo disfrutaba entonces era la franca serenidad del lugar, lo inhóspito. Más asombro sentí cuando me di cuenta que aquel lugar tipo bodega de pueblo que era el Merendero de Galipán ahora está arregladito y hasta los teque teques de visitantes comiéndose su respectivo sanduchito de pernil, sin hablar del que prefiere algo más fuerte para entrar en calor.
La vista de allí hacia La Guaira es muy agradable, se ven las sencillas casas de los pobladores nacidos en esta tierra y de unos pocos extranjeros que con don de gente han hecho junto a los galipaneros lugares de exquisita cocina para los paladares más exigentes. Algo que nos alegró mucho fue ver que el pueblo se mantiene muy limpio a pesar de la "gentará" y de que somos venezolanos, que, aunque suene duro somos máquinas de embasurar en tiempo récord. Qué rico Galipán, así nosotros también nos comimos nuestra ración de grasa y arrancamos de vuelta hacia el Humboldt.
Creo que la idea de haber comido sandwiches de pernil para luego continuar el recorrido no fue una buena idea, el cargo de conciencia nos pesó más que las barrigas para llegar al Pico Avila. El Humboldt estaba repleto de gente, la caminería colmada de familias y parejas que decidieron subir a un punto vivible de nuestra colapsada ciudad. El Hotel Humboldt se levanta interesante como todo lo que ha entrado en años y su imponente arquitectura continua siendo ícono de una Caracas pujante.
Contrario a lo que quizás algunos piensen el ahora Sistema Teleférico Waraira Repano se conserva muy bien. Las instalaciones están bonitas, hay variedad en cuanto a la parte gastronómica desde fruticas y galletas en los carritos artesanales, fondué en el restaurant central, una rica y bien resuelta arepa en la arepera Socialista o un plato bien servido en el Restaurant Cumbé, del cual me encanta la vista y la intimidad que tiene. La pista de patinaje desde mi punto de vista, pudiese estar mejor organizada y aseada, pero aun así presta el servicio que la gente busca y las familias se divierten. En la parte superior de ese complejo, en lo que hace unos 25 años fue una feria ahora es un gran salón en el que se organizan ferias de artesanos con gran variedad de productos. Ah, un punto importante: los baños están excelentes, pulcros, 20 puntos.
Ya casi se termina el recorrido y tuvimos que comprar tickets de solo retorno por Bs. 20 cada uno solo para bajar. En realidad son escasas las personas que hacen esta travesía, de hecho, aparte de nosotros solo un joven excursionista estaba haciendo lo mismo. La verdad que el precio lo vale pues el teleférico te baja rapido, relajado y seguro, lo agradezco con este cansancio.
De mi país pueden decir lo que sea y culpar a quien quieran pero la responsabilidad es de nosotros, la conciencia es nuestra, el cambio debe surgir desde adentro. Tenemos hermosos regalos de la naturaleza, creaciones maravillosas a nuestro alcance y que tenemos el deber inexorable de proteger. La verdad es que no quiero ver más potes de plástico en los senderos del cerro ni el papel toilette de los amantes en la parte baja del parque. Es contigo! piensa en ti, en tus chamos, en el país, en el planeta.


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